top of page

PROYECCIÓN EN LA SALUD: ¿MICROBIOTA-CEREBRO-INTESTINO?

  • Jaquelin Ochoa
  • 21 jun 2022
  • 4 Min. de lectura

Actualizado: 22 jun 2022

Caracas.- Los doctores M. Gómez-Eguílaz, J.L. Ramón-Trapero, L. Pérez-Martínez y J.R. Blanco identificaron elementos que explica la estrecha conexión bidireccional en la actividad microbiota intestinal, intestino y cerebro, conectados, ante todo, por las vías nerviosas.

Foto: Google


En los últimos años los doctores M. Gómez-Eguílaz, J.L. Ramón-Trapero, L. Pérez-Martínez y J.R. Blanco han seguido de cerca los resultados de las investigaciones que ha puesto de relieve el papel bidireccional de la microbiota del tracto digestivo y del sistema nervioso central, por consiguiente, denominado eje microbiota-intestino-cerebro.


En lo que a este eje se refiere, la comunicación se produce a través de tres vías: el nervio vago, la vía sistémica (mediante la liberación de hormonas, metabolitos y neurotransmisores) y el sistema inmune.


Se debe señalar que la microbiota es el conjunto de millones de microorganismos que conviven de manera simbiótica en nuestro organismo. Este conjunto de bacterias, arqueas, hongos, protistas y virus, que se localiza principalmente en el tracto digestivo, se distribuye a lo largo de los diferentes órganos en función de las propiedades químicas.


Los factores que influyen en su composición son múltiples, como la dieta, los hábitos individuales y estilo de vida, emociones y los fármacos, al igual que se modifica, además, según el órgano donde se encuentra.


A ello contribuyen las variaciones en función de las condiciones del pH gástrico, lo que hace que en esta región haya apenas unos cientos de microorganismos en comparación con la diversidad del tracto intestinal.


Dentro de esta perspectiva, el eje microbiota-intestino-cerebro está formado por la microbiota, el sistema nervioso entérico, el sistema nervioso autónomo, el sistema neuroendocrino, el sistema neuroinmune y el sistema nervioso central.


El sistema nervioso entérico se encarga del funcionamiento básico gastrointestinal (motilidad, secreción mucosa, flujo sanguíneo), y el control central de las funciones del intestino se lleva a cabo gracias al nervio vago.


En otras palabras, hay una correlación entre las alteraciones de la microbiota y la encefalopatía hepática, la ansiedad, el autismo o el colon irritable, debido a que existe una disbiosis, que son cambios en la composición normal de la microbiota, de esta manera genera variabilidad en la motilidad gastrointestinal, afecta a las secreciones y produce una hipersensibilidad visceral.


La disbiosis se ha asociado a una serie de trastornos gastrointestinales que incluyen el hígado graso no alcohólico, la enfermedad celíaca y el síndrome de intestino irritable.


En otras circunstancias, igualmente se ven alteradas las células neuroendocrinas y las del sistema inmune, modificando la liberación de neurotransmisores, lo que se podría traducir en las diferentes manifestaciones psiquiátricas.


A su vez, estudios en modelos animales expuestos a diferentes situaciones de estrés han evidenciado variaciones en la composición de la microbiota. De esta manera se postuló la comunicación bidireccional en este eje, la microbiota afecta al comportamiento humano y a su vez alteraciones, en él producen cambios en la microbiota.


Conforme se ahonda en el entendimiento del eje microbiota-intestino-cerebro empiezan a establecerse postulados que hacen pensar que existe una relación entre la microbiota y las enfermedades neurodegenerativas.


Estudios en ratones demuestran que la microbiota es fundamental para un desarrollo cognitivo normal. En esta línea, un estudio español realizado con ratones in vivo relaciona la ingesta de un elemento de la leche materna con una mejora cognitiva.


Los autores demuestran que la ingestión de este elemento, a través de la leche materna, tiene una acción sobre el hipocampo que mejora los patrones de memoria, las habilidades de aprendizaje y los diferentes marcadores de plasticidad sináptica cerebral.


Esto estaría en relación con la acción de ese elemento sobre el eje microbiota-intestino-cerebro y su medicación por el nervio vago. Asimismo, la microbiota también participa en la generación de un factor neurotrófico derivado del cerebro, de la serotonina y de otras moléculas necesarias para el correcto funcionamiento del sistema nervioso central.


En este sentido se comprende que cuando se produce una disbiosis, pueden verse alteradas las concentraciones de estas moléculas, lo que podría justificar en parte la aparición de diferentes enfermedades, como pueden ser trastornos del comportamiento, ansiedad, enfermedad de Alzheimer o autismo.


Además, la microbiota interviene en la síntesis de ciertos elementos que servirán como moléculas de adhesión para las células del huésped. A veces estas moléculas serán las que generen autorreactividad y creen una reacción que dañe las propias estructuras nerviosas.


Estas razones llevan a pensar que la microbiota es una de las causas responsables de diferentes enfermedades neurológicas, como la esclerosis múltiple, el trastorno por déficit de atención/hiperactividad, la enfermedad de Parkinson o incluso la enfermedad de Alzheimer.


En atención a esta problemática, los probióticos se conviertan en una herramienta terapéutica, pero aún queda aclarar; por ejemplo, el hecho de que la mayoría de los estudios citados estén realizados en animales, con una composición de la microbiota parecida pero no igual a la humana.


Por ello, una de las principales dudas que surge es si estos resultados serán similares en los humanos. Para esclarecer esta hipótesis se han revisado varios estudios realizados con pacientes que presentaban patología neurológica en los cuales la administración de probióticos ha producido mejoras objetivas.


Así, recientemente se ha publicado un estudio de pacientes con enfermedad de Alzheimer que, tras haber sido tratados con probióticos durante tres meses, presentaron una mejora cognitiva.


Los doctores M. Gómez-Eguílaz, J.L. Ramón-Trapero, L. Pérez-Martínez y J.R. Blanco han tenido la oportunidad de llevar a cabo un estudio piloto en el que, tras la administración de probióticos a pacientes con epilepsia farmacorresistente, se observó una efectividad, indicando una reducción del 50% o más de sus crisis, del 28,9%.


Estos resultados apoyan la idea de que los probióticos podrían ser en un futuro otro tratamiento para enfermedades neurológicas.


Las investigaciones son alentadoras, pero todavía queda mucho por aclarar: ¿cuál es el mecanismo por el cual los probióticos realmente funcionan?, ¿se debe sólo a una cepa o a la simbiosis de ellas?, ¿qué dosis usamos?, ¿durante cuánto tiempo? Hay muchas preguntas sin respuesta, pero lo que está claro es que se abre un campo de investigación con muchas posibilidades.









Comments


  • Facebook Long Shadow

© 2022 por Limón al cuadrado. Creado con Wix.com

bottom of page